jueves, 14 de julio de 2011

MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS



Miguel Ángel Asturias Rosales (Ciudad de Guatemala, Guatemala, 19 de octubre de 1899 – Madrid, 9 de junio de 1974) fue un escritor y diplomático guatemalteco. Recibió el Premio Lenin de la Paz en 1965 y el Premio Nobel de Literatura en 1967.

Biografía

Novelista y poeta del realismo mágico, influido en sus orígenes por el realismo, muy pronto, sin renunciar a esa impronta, se adentra en su campo predilecto: la mitología aborigen, la propia tierra (lo telúrico, en término muy actual), en el sentido de compromiso con los sinsabores de los campesinos sometidos al yugo colonialista, lo que se ve ya en los títulos de sus obras. Junto a ello, y una faceta no menos importante, la calidad y sonoridades de su prosa apenas admiten comparación en la literatura castellana del siglo XX. Se graduó de abogado y notario en la Universidad de San Carlos de Guatemala, donde participó en la lucha contra la dictadura del presidente Manuel Estrada Cabrera, hasta que éste fue derrocado. Fundó y dirigió la Universidad Popular en 1923.

Publica Leyendas de Guatemala (1930) en torno a mitos y leyendas nativos y mestizos. En su célebre novela El señor Presidente (1946) retrata —como también lo hicieron Valle Inclán en El Tirano Banderas y García Márquez en El otoño del patriarca, Roa Bastos en Yo el supremo, a los que recientemente se sumó Vargas Llosa con La fiesta del chivo— a un típico dictador latinoamericano, para lo que se sirvió de procedimientos grotescos y burlescos; para describir con total contundencia la brutalidad y la opresión social ejercidas en su país por los gobiernos dictatoriales. Para el compositor José Castañeda escribe los libretos de las óperas Emulo Lipolidón e Imágenes de Nacimiento.

Hombres de maíz (1949) es reconocida por muchos como su obra maestra. Novela típica del realismo mágico, se aprecian en la misma igualmente las voces y los rostros del oprobio y la injusticia, pero en términos de cruda explotación colonialista. Para ello, lo más resaltable es que el autor logra, de forma casi sobrenatural, acoplar el lenguaje y el ritmo de su prosa a los personajes que retrata, a sus fantásticas creencias, sus atávicas maneras y costumbres.

La que más lunares tenía era la nana de Martín Ilóm, el recién parido hijo del cacique Gaspar Ilóm. La que más lunares y más piojos tenía. La Piojosa Grande, la nana de Martín Ilóm. En su regazo de tortera caliente, en sus trapos finos de tan viejos, dormía su hijo como una cosa de barro nuevecita y bajo el coxpi, cofia de tejido ralo que le cubría la cabeza y la cara para que no le hicieran mal de ojo, se oía su alentar con ruido de agua que cae en tierra porosa.

Mujeres con niños y hombres con mujeres. Claridad y calor de fogarones. Las mujeres lejos en la claridad y cerca en la sombra. Los hombres cerca en la claridad y lejos en la sombra. Todos en el alboroto de las llamas, en el fuego de los guerreros, fuego de la guerra que hará llorar las espinas.

Así decían los indios más viejos, con el movimiento senil de sus cabezas bajo las avispas. O bien decían, sin perder su compás de viejos: Antes que la primera cuerda de maguey fuera trenzada se trenzaron el pelo las mujeres de Hombres de maíz

En esta misma línea se encuentran dos de sus principales obras: "Mulata de tal" y "Tres de cuatro soles", en las cuales el autor incorpora a su novelística sus conocimientos antropológicos sobre mitología maya, poniendo en relación de manera magistral, al apelar a una forma de narrar fuertemente influida por el surrealismo, las cosmovisiones aparentemente excluyentes de la Guatemala pre y post colonial. En estas obras los antiguos dioses mayas recuperan inesperadamente su lugar en el mundo contemporáneo, como en "Tres de cuatro soles", o son brutalmente reemplazados por nuevas deidades traídas e impuestas por las distintas potencias imperiales. En este proceso las metamorfosis y los cambios abundan, como podemos observar en "Mulata de tal", libro de gran estilo, complejo y maravilloso. Este mundo sincrético diverso y culturalmente rico, sobrevive fundamentalmente en el lenguaje de los pobres y los explotados, lenguaje que Asturias maneja, como se ha dicho, con singular habilidad, que le permite mostrarnos un mundo en una frase y ensayar una poética de los excluidos y de los oprimidos. El autor se resiste a aceptar el genocidio cultural y humano que la realidad colonial parece imponerle a su pueblo, y reafirma la vitalidad de este último, encarando una empresa literaria que pone como principales protagonistas a aquellas víctimas sometidas al yugo de la dominación imperialista que, no obstante su situación, resisten a la opresión, manteniendo y reproduciendo en las condiciones más adversas una identidad propia.

Insistió en parecidos temas en sus siguientes obras, como en la polémica trilogía novelística conocida como "La trilogía de la república de la banana" que es conformada por: Viento fuerte (1950), El Papa verde (1954) y Los ojos de los enterrados (1960).

El teatro de Miguel Ángel Asturias es menos conocido, si bien abunda en el inconformismo y la crítica social: Chantaje y Dique seco, ambas de 1964.

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